Los programas de talentos son hoy en día la obsesión nacional. Tan pronto como uno acaba, comienza otro. Al parecer nos divertimos mucho más viendo a los jueces de lo que nos divertimos viendo a los concursantes. Siempre hay uno con reputación de implacable, a quién es especialmente difícil agradar y que es extremadamente generoso con sus críticas. Aunque nos educaron para que tuviésemos en cuenta los sentimientos de los demás, está claro que nos encanta ver su impertinencia. Hoy, no permitas que tu deseo de ser educada deje que se te escape una gran oportunidad.
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