Al transcribir un discurso improvisado, uno se queda alucinado con las faltas gramaticales que hay en él. Parece un milagro que alguien llegue a entender lo que se dijo en un revoltijo tan desordenado de medias frases, umms, ahs, erms, y comentarios fuera de contexto. Pero, por instinto, escuchamos mucho más que palabras. Las expresiones faciales y el lenguaje corporal pueden ser mucho más importantes y pueden transmitir una verdad más pura que las palabras mismas. Sinceridad es lo único que necesitas este fin de semana.