Nuestra cabeza y nuestro corazón no siempre se comunican entre ellos tan bien como nos gustaría. Es como si hablasen idiomas distintos. A pesar de que el corazón es sabio, no se le da bien la lógica. Y puede que la cabeza sea lógica, pero eso no es garantía de sabiduría. No es de extrañar que cabeza y corazón intenten perjudicarse mutuamente en su intento por conseguir lo que quieren. Crean distracciones o sueñan con situaciones que confunden las emociones o causan momentos de olvido. Lo que este fin de semana parezca un descuido es, de hecho, una bendición.