No hay ninguna ley que diga que todo el mundo tiene que tener un ordenador, pero es raro encontrar una casa en la que no haya uno. En la mayor parte de los hogares, hay una selección de pantallas parpadeantes y danzantes A cualquiera que se resista a este hábito moderno se le considera una persona solitaria y extraña. Pero, aunque la mayoría de nosotros estemos conformes con el dios de la tecnología, no hay razón para que consumamos toda su producción. Lo mismo pasa con los millones de pensamientos que pasan silbando por tu cerebro. Intenta no dar hoy demasiada credibilidad a una idea dudosa.