Ya se trate de comer verdura o de ir a la cama, los adultos les dicen a los niños que “todos tenemos que hacer cosas que no queremos hacer”. Cuando nos hacemos adultos, transmitimos esa máxima. Tiene sentido. Sabemos por experiencia personal que, obligarnos nosotros mismos a hacer algo, es un sacrificio que, a la larga, puede valer la pena. De hecho, hacer algo porque se tiene en mente un objetivo a largo plazo, suele dar enormes dividendos. Ten hoy el valor suficiente para abordar de frente un reto difícil.
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