No es de extrañar que, en este universo en continuo cambio, nos guste establecer unas rutinas que esperamos que no cambien nunca. Anhelamos la seguridad de saber qué se espera de nosotros – y el consuelo de saber que nuestra vida no cambiará radicalmente. Así que creamos rituales a los que nos ceñimos. Sin embargo estos van más allá de nuestro cereal favorito para el desayuno: nos formamos opiniones y creencias a las que nos aferramos con convicción y, a veces, con un poco de desesperación. ¿Podrías haberte atrincherado en una postura o actitud que ya no es factible?