Dar consejos hace que nos sintamos bien con nosotros mismos. Que nos sintamos generosos, sabios y buenos. Pero, más que nada, hace que nos sintamos poderosos. El problema empieza cuando la calidad del consejo es irrelevante en comparación a la satisfacción que sentimos. Es cuando, a pesar de lo que digamos para nosotros, nos importe poco si nuestro consejo mejora o no la vida de otra persona y nos importe más disfrutar impartiendo nuestra sabiduría. Así que, en cuanto a ese consejo que pedías… hoy, bajo la luz de la Luna Nueva, confía en tu intuición.