Aquí está el contrato. Ahí está tu firma, garabateada sobre la línea de puntos, en lo que se parece a la tinta roja. Está justo al lado de la firma que se parece muchísimo a una cola acabada en pico y un par de cuernos. La única conclusión posible es que has firmado un trato con el diablo. ¿Que no lo has hecho? ¿De verdad? Entonces, supongo que no hay motivos para temer unas repercusiones que cambien tu vida – o la obligación de pasarte el resto de tus días haciendo sacrificios para reparar tus pasados errores. Este fin de semana no seas muy dura contigo misma.