A veces nos damos cuenta de que estamos en medio de una trepidante secuencia de sucesos pero se nos ha olvidado cómo empezó todo. A veces ni siquiera podemos recordar por qué hacemos lo estamos haciendo. Cuando somos jóvenes, estas experiencias se atribuyen a lapsos de memoria. Cuando envejecemos, se les llama “arranques de senilidad”. A medida que examinas de nuevo un proyecto (o relación) en el que has invertido mucho tiempo y energía, te cuesta trabajo recordar por qué te sentiste tan comprometida. Si necesitas cambiar tu planteamiento, puedes hacerlo.
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