Desde la antigüedad el ser humano ha sentido fascinación por las artes adivinatorias y la posibilidad de conocer y actuar sobre su futuro. En la antigua Grecia los oráculos formaban parte de su cultura y religión, llegando a influir en decisiones trascendentales en la trayectoria histórica que repercutieron en mayor o menor medida en el desarrollo de la humanidad tal y como la conocemos hoy en día. Grandes intelectuales y dirigentes de de la época, acudían a los oráculos buscando en ellos las respuestas y peticiones que los dioses tenían para ellos. Cabe destacar que el oráculo era un método de profecía muy común y tenía mucha relación con el culto, además, estos oráculos no eran claros y concisos sino que muy a menudo necesitaban una interpretación.
Se dice que el Santuario oracular más antiguo fue el Dodona, levantado en honor al Dios Zeus, quién transmitía su oráculo manifestándose en el viento, oráculo que era interpretado por la sacerdotisa del lugar. Pese a que existen otros santuarios de oráculos griegos, el más famoso, sin lugar a dudas, es el oráculo de Delfos, que era uno de los más frecuentados y más ricos de Grecia, este lugar de culto fue erigido para el Dios Apolo. El mito cuenta que Apolo luchó contra una gran serpiente en Delfos y que este escondía en su interior el don de la profecía. Se dice que el oráculo de Delfos era el que tenía más porcentaje de aciertos y se mantuvo en auge hasta bien entrado el siglo IV, cuando empezó a caer dada la popularidad creciente del cristianismo.
¿Pero cómo funcionaba un oráculo griego? Es común hacerse preguntas de esta índole, al fin y al cabo este tipo de oráculos siguen despertando mucho interés en hombres y mujeres de todo el mundo. El proceso que debían seguir los consultantes de un oráculo para preguntarle a los dioses era muy metódico. Para empezar, sólo los hombres podían consultar los oráculos griegos y tenían que pagar un importe específico que variaba según si se hacía de forma individual o colectiva. Existía, además, la posibilidad de pagar un extra y así saltarse las colas que habían en las consultas, que en santuarios como el de Delfos, eran muy largas. Para realizar la consulta, la persona era conducida hasta el adyton del templo donde se encontraba con la sacerdotisa, sentada sobre un trípode. Tras ofrecer un sacrificio, el consultante podía finalmente realizar su pregunta a la sacerdotisa y esta respondía en nombre de Dios que hablaba a través de ella.
De estos oráculos griegos sólo nos quedan historias y leyendas pero nunca podremos saber hasta qué punto es verdad lo que se dice sobre ellos. Puede que en algún lugar siga escondido un santuario oracular esperando ser redescubierto para seguir profetizando el futuro del mundo.
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