Sucumbir a la ira y la frustración casi siempre nos hace más mal que bien. Aun cuando nuestras protestas sean justas y nuestra sensación de injusticia sea más que comprensible, raras veces ganamos algo al descargar nuestra cólera o montar una escena. Incluso la sensación inicial de alivio se ve pronto atenuada por la percepción culpable de que apenas nos hemos mostrado bajo la mejor luz posible. A pesar de lo mucho que cierta persona necesita (y merece) que le cuenten algo, intenta asegurarte de que la escucha de otra persona.
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