Siempre que algo sale mal, bien sea una relación, un proceso o incluso un plan básico, nuestro primer impulso es echar la culpa a alguien. ¿Quién cometió el error? ¿Quién se descuidó? Pero hay momentos en los que, por mucho que lo intentemos, no podemos explicar cómo ha surgido un problema. En lugar de preguntarnos “¿qué ha causado esta situación?” es más útil pensar en si la gente está dispuesta a corregirla. Ahora tienes la capacidad de cerrar viejas heridas y forjar nuevas alianzas. Eso es algo que no debería ser subestimado.