Cuando hablamos de acuerdo mutuo tendemos a recalcar lo mucho que pueden ganar todas las partes. Ignoramos en gran medida el estrés y la polémica que inevitablemente hay tras el proceso de llegar a un acuerdo. Tales conversaciones no son nunca fáciles. Tendemos a dudar de nosotros mismos y a preguntarnos si no deberíamos haber ocultado nuestras intenciones o si no habremos aceptado con demasiada facilidad. Te da la sensación de que has sacado el palo corto en un “acuerdo” reciente. Pero estás a punto de ver que has conseguido un equilibrio sorprendente.