Podrías pasarte el resto de tu vida preocupándote por lo que “deberías” decir. Aunque pudieras componer el monólogo perfecto, dicho en voz alta no se parecería a la interpretación de película por la que te juzgas a ti misma. Sin embargo, supón que pudieras cerrar tu mente y dejar hablar a tu corazón. Imagínate cómo te sentirías si te expresaras con claridad y sinceridad. Puedes superar tu temor a que a cierta persona le puedan sentar mal tus palabras. Pierdes mucho más quedándote callada. Es hora de que digas lo que piensas.
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