Imagínate que has salido a cenar pero que no eres capaz de elegir entre las opciones de la carta. ¿Dejarías que el camarero eligiese por ti? Sería una forma de aliviar tu indecisión, pero trasladaría el peso de la responsabilidad a los hombros de otra persona. Evidentemente te arriesgas a que no sepa lo que te gusta y a verte obligada a comer lo que ella te traiga. Lo mismo pasa con tu actual decisión. Si quieres que tus preocupaciones sean tenidas en cuenta, es el momento de que hables de ellas.