Nos dicen que “mantengamos la mente abierta”. En teoría es un buen consejo. En la práctica, una vez que hemos empezado a cuestionar algo fundamental para nuestra ideología, corremos el riesgo de desestabilizar lo que creíamos que habíamos entendido. Una duda persistente te obliga a cuestionarte (o al menos a replantearte) un compromiso personal que asumiste hace algún tiempo. Preferirías dejarlo todo bien atado y solucionado de una vez por todas. Pero eso no va a ser posible hasta que no hayas puesto a prueba una suposición falsa.