Si queremos experimentar la magia, tenemos que adentrarnos en los reinos de los cuentos de hadas: no hay magia en la vida real. Excepto, por supuesto, la que sucede cuando plantas una semilla y luego la ves brotar. O cuando tomas una idea y la alimentas hasta hacerla tu realidad. O cuando haces sonreír a alguien. Cambiar el día de alguien. Compartir una comida deliciosa. Satisfacer un hambre espiritual. Es ahí donde tienes que admitir que la magia se entrelaza en cada momento de nuestra vida. Mientras tu regente atraviesa el cielo danzando, te promete un tiempo mágico.