Desde que somos muy jóvenes se nos anima a que seamos competitivos. Días deportivos en el colegio, buenas calificaciones, notas. Sumamos nuestros éxitos, restamos nuestros fracasos y determinamos que somos “mejores” o “peores” que los demás de acuerdo a ellos. Tal vez la solución sea promover competiciones para los no competitivos. Gana la persona que tenga el mejor historial en ¡importarle muy poco el lugar que ocupa en la jerarquía! Hace poco dudabas de tu posición en la escala. Si puedes dejar de preocuparte tanto por los detalles tontos, te sentirás mucho mejor.