Eres más afortunada de lo que piensas. De hecho, eres tan afortunada que tal vez nunca descubras ¡la suerte que tienes! Sólo porque un problema (o una relación) no se estén resolviendo como a ti te gustaría, no significa que tu suerte se haya acabado. De hecho, hay una muy, muy buena razón por la que las cosas no parecen estar yendo bien. Lo que te dé la sensación de ser tu mayor problema es en realidad una gran bendición. Tan pronto como dejes de querer algo que no puedes tener, serás capaz de conseguir lo que sí puedes tener. Y eso es algo que bien vale la pena tener.