Uno de los beneficios de no descartar ninguna opción es que con ello retrasamos el mayor tiempo posible que ofendamos o molestemos a alguien. Al menos es lo que nos decimos. Todo lo que estamos haciendo en realidad es retrasar lo inevitable. Y, si no vamos con cuidado, todo ese dar largas puede acabar ofendiendo más que cualquier decisión sincera y sencilla que podamos tomar. Lo que ves como un retraso inofensivo puede cambiar realmente las cosas en el mundo de otra persona. Hoy sé lo suficientemente audaz como para tomar una decisión y atenerte a ella.